Hacia fines del sigle XIX, crear una fotografía (y sobre todo un ferrotipo) requería un tiempo de exposición de al menos 30 segundos, por lo que el sujeto de dicho retrato debía quedarse absolutamente inmóvil por un largo período de tiempo. Si hoy día nos resulta una tarea herculánea fotografiar un bebe o niño pequeño, imagínate mantenerlo en la misma postura por cerca de un minuto!
Empecinados en resolver el problema para la posteridad, fotógrafos y padres pusieron manos a la obra e idearon finalmente una fácil manera de hacerlo – si dejamos de lado el aspecto un tanto tétrico del resultado. De qué se trató? Básicamente, de esconder la madre.
Así es como entre las capturas tempranas encontramos una enorme cantidad de retratos con mamás invisibles, sentadas con sus ninios en el regazo o paradas detrás de los pequeños y utilizando disfraces, difuminándose o escondiéndose detrás de cortinas y debajo de mantas y sillas. La presencia de las madres mantenía a los niños calmos (aunque se ve más de una mano asiendo con firmeza una cabecita rebelde), fijando el momento en la historia – con mucho éxito y un tanto de horror.