En los orígenes de la provincia se distinguían dos grupos de pobladores. Los miembros de uno de esos grupos eran cazadores, recolectores y pescadores.
En este grupo mencionamos a los charrúas (que se ubicaban además en parte de Uruguay y extendieron su andar por el Sur de Brasil, además de Entre Ríos y ocasionalmente alguna zona de San Fe y Corrientes), los cáingang (que se ubicaban además en el centro-sur de Brasil, la Mesopotamia argentina, Paraguay y el Norte de Uruguay) y los querandíes (que también ocupaban una parte de la región pampeana).
Los miembros de este grupo habitaban a orillas de ríos y lagunas por las que navegaban en largas canoas que construían con troncos de árboles tallados. La naturaleza les preveía los materiales para construir sus chozas de paja y junco y, además, el pescado que constituía su principal alimento, que completaban con miel, frutas, semillas de los bosques y la caza.
El segundo grupo estaba conformado por los guaraníes (se ubicaban en Paraguay, en las provincias Argentinas de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, parte de Chaco, Santa Fe y Formosa, en el Sur y Suroeste de Brasil, Sureste de Bolivia y Uruguay) y los timbúes (se hallaban en el sur de la provincia de Santa Fe en torno a la desembocadura de los ríos Carcarañá y Coronda en el río Paraná, y en el departamento Diamante de la provincia de Entre Ríos.
Formaban parte del grupo de los chaná-timbúes en el que se sumaban los mepenes, mocoretaes, calchines, quiloazas, entre otros. Hay quienes los consideran emparentados con los guaycurúes). Los miembros de este segundo grupo combinaban la agricultura, la pesca y la caza.
Los guaraníes corresponden a la gran familia de los Tupí-guaraní que se extendía desde el Amazona hasta el Río de la Plata. Al momento de la conquista de la provincia habitaban las islas del Paraná, al norte de Corrientes, el litoral misionero y parte de Salta. Además ocupaban un lugar destacado entre los colonizadores y misioneros porque fueron utilizados como guías e intérpretes.
Su lengua, el guaraní, aún se habla en la Mesopotamia argentina y en Paraguay. La influencia que dejaron es innegable y está profundamente arraigada. La toponimia entrerriana, para citar un ejemplo, así lo refleja.
Los guaraníes construían sus aldeas protegidas con empalizadas. Además eran tejedores de algodón, producían canastas y trabajaban con arte la cerámica. Para sembrar talaban y desmalezaban una parcela que luego quemaban aprovechando la ceniza como abono para luego sembrar zapallo, batata, mandioca o maíz. Completaban su alimentación cazando y pescando, además de recolectar frutas y hierbas. Entre las últimas se debe destacar la yerba mate silvestre. Cada tribu tenía un cacique que gobernaba parcialidades. Su cargo era hereditario y era aceptada la poligamia.
En el siglo XVII los jesuitas establecieron entre sus pobladores importantes misiones. Fueron 15 en las provincias de Corrientes y Misiones, ocho en Paraguay y siete en el Suroeste de Brasil, las que eran denominadas Misiones Orientales. Tuvieron importante influencia, además, en Uruguay.
El 21 de julio de 1773, el Papa Clemente XIV dictaba el breve apostólico Dominus ac Redemptor suprimiendo la Compañía de Jesús. Comenzaba la decadencia de las misiones jesuíticas, lo que es otra parte de la historia.
En suma, los guaraníes no eran pobladores originarios de la provincia de Entre Ríos, sino que fueron poblando las Villas recién fundadas debido a su expulsión de los jesuitas y la persecución de los bandeirantes brasileños. Así llegaron a Mandisoví, por ejemplo. Este pueblo originario era migrante y se movía en búsqueda de la llamada “tierra sin mal” donde pudieran trabajar en libertad. La búsqueda de esta “tierra sin mal” era la base de su cultura.
No se sabe exactamente cuando los guaraníes comenzaron a llegar a la provincia. Hay un dato preciso: la calera existente en el Parque Nacional el Palmar, denominada Calera de Barquín y hoy en ruinas, data del año 1650.
Y es así como una infusión que era usada en el s.V a.c. por los pueblos originarios de América del Sur, es hoy venerada por culturas de lo más remotas, y lejos de caducar, sigue expandiéndose al latido de las migraciones. Podemos pensar que es su gusto el que lo hace único, o la forma en que se sirve, pero me inclino a creer que es la conexión y los recuerdos que se generan con el mate lo que hace que sea difícil de desprenderse y hoy en día, donde haya un argentino, un uruguayo, un sirio o un libanés, allí estará la pava caliente para reconfortar el cuerpo y el alma, estén en su pueblo natal o en algún lugar lejano y hostil.
—
Colaboración por Gustavo Surt. Gustavo vive en Chajarí, donde nació. Es periodista y Jefe de Redacción del Semanario Chajarí al día desde su fundación hace más de dos décadas. Tiene un programa de TV que cumple en 2020 37 años y conduce un programa de radio sobre nuestra identidad por AM 940 que expone música, anécdotas, historias y tiene ya 29 años en el aire. Es además músico y compositor y ha sido distinguido por el HCD local, Cultura de la Provincia, la Fundación Cocomarola, y la Cámara de Diputados de la provincia entre otros.